La acción voluntaria en un grupo u organización nos pone en contacto con las múltiples injusticias sociales; nos ayuda a detectar las señales del sufrimiento escondido, a darnos cuenta de que muchas realidades no son dignas de la persona humana.
El voluntariado suscita una sana indignación frente al sufrimiento injusto, innecesario o que se puede aminorar. Esta indignación puede llevarnos también a posturas muy críticas respecto a la sociedad y la administración pública; eso puede ser el motor de una acción social que mire a las causas de mucho malestar y sufrimiento e intente, con un buen cabildeo, darles una respuesta.
El voluntariado ha funcionado muchas veces como ese motor que empuja a cambiar, a enfrentar de raíz las causas de intenso sufrimiento, a ser atrevidos y ambiciosos en nuestras metas y objetivos. Así podremos cultivar un sano anticonformismo respecto a las posturas de quienes afirman que las cosas así se dan y no hay nada que hacer.
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