Visitar y cuidar a los enfermos es un precepto antiquísimo, un deber ético y un sentimiento muy intenso, especialmente cuando se dan vínculos de afectividad.
Pero, si queremos que sea una correcta expresión de misericordia, ha de ser también un arte que debe realizarse con prudencia, puesto que la mera actitud compasiva no garantiza que se haga de manera adecuada.
Hemos de “poner más corazón en las manos” para que, donde haya una persona que sufre, haya otra que se preocupe de ella con todo el corazón, toda la mente y todo su ser.
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